La pandemia ocasionada por la COVID-19 está afectando a todos los sectores y actividades de nuestras sociedades, y los meteorólogos, hidrólogos y sus organizaciones no son una excepción. En una situación tan grave, ¿los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) deberían recibir asistencia especial para seguir desempeñando sus funciones 24 horas al día del mismo modo que otras infraestructuras y servicios esenciales? Sí, sin duda alguna, porque el cambio climático y los peligros relacionados con el tiempo, el clima y el agua, así como los riesgos que conllevan para vidas y bienes, no se han detenido por la pandemia de COVID-19.
Desde el inicio de 2020, ninguna región ha quedado al margen de los peligros naturales, y muchos países se han enfrentado al desafío de proteger a la población de los fenómenos extremos durante la pandemia. En abril, el intenso ciclón tropical Harold causó una destrucción generalizada en las islas Salomón, Vanuatu, Fiji y Tonga. En mayo, el ciclón tropical Amphan devastó zonas de la India y Bangladesh, un país que en julio experimentó las peores inundaciones monzónicas en una década. La temporada de huracanes del Atlántico de 2020 agotó la lista estándar de nombres de tempestades y tuvo que recurrir a las letras del alfabeto griego por segunda vez desde que existen registros. Hubo crecidas en todo el continente africano y en otras regiones. Europa experimentó un verano de olas de calor. Los incendios forestales y la sequía en Australia, los Estados Unidos de América y la Federación de Rusia acapararon los titulares. Los impactos son severos, especialmente entre las personas más vulnerables (refugiados, desplazados internos, pobres), las cuales también se ven gravemente afectadas por la COVID-19.
Plenamente conscientes de su mandato fundamental y de su responsabilidad de servir al bien común, nuestros colegas de SMHN de todo el mundo hacen todo lo posible para seguir prestando servicios esenciales para la sociedad, sin olvidar los sistemas nacionales de alerta temprana y el apoyo que brindan a las iniciativas nacionales de fomento de la resiliencia. Desde la perspectiva de la continuidad del servicio, la COVID-19 ha puesto en peligro diferentes áreas de actividad a lo largo de la cadena de valor hidrometeorológica y de los sistemas de alerta temprana, desde las observaciones (vigilancia de peligros) y las predicciones hasta la emisión de alertas y su difusión en apoyo de la toma de decisiones para la adopción de medidas tempranas.
Encuesta de la Organización Meteorológica Mundial a los Miembros
A principios de la primavera, la Secretaría de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) lanzó una encuesta de alcance mundial destinada a todos los SMHN de sus 193 Miembros para evaluar los efectos de la crisis de la COVID-19 en sus operaciones y determinar aquellas áreas donde se podría necesitar apoyo. Se recibieron más de 140 respuestas de 126 Miembros y de inmediato se hizo evidente que las medidas de mitigación de la COVID-19, como el confinamiento y las restricciones a los viajes, habían tenido consecuencias diversas en los SMHN, principalmente en función de sus recursos, situación y nivel de reconocimiento.
Los Centros Meteorológicos Mundiales (CMM) de la OMM, la mayoría de los Centros Meteorológicos Regionales Especializados (CMRE), también de la OMM, y los miembros del Grupo de Coordinación de los Satélites Meteorológicos (CGMS) estaban bien organizados y contaban con los recursos suficientes para que sus compromisos de prestación de servicios a escala regional o mundial no se vieran comprometidos por las restricciones impuestas a raíz de la COVID-19. La continuidad en el servicio que proporcionan es una prueba de lo oportunos que son los marcos de apoyo de la OMM y de la importancia de las actividades establecidas y llevadas a cabo en el contexto del Sistema Mundial de Proceso de Datos y de Predicción (SMPDP), el Programa de Predicción de Fenómenos Meteorológicos Extremos (SWFP), el Sistema Guía para Crecidas Repentinas (FFGS) y varios proyectos más.
A nivel nacional, menos del 10 % de los encuestados informaron de problemas o consecuencias graves. Alrededor del 30 % afirmó estar bien preparado para tales eventos y al menos el 55 % declaró tener la situación bajo control. Casi tres de cada cuatro SMHN que respondieron habían puesto en marcha arreglos para el teletrabajo a diferentes niveles y en distintas proporciones. Sin embargo, el teletrabajo no siempre es una opción para tareas como el mantenimiento de las redes de observación, las operaciones de tecnología de la información, y las predicciones y alertas. Para mantener al personal operativo en sus oficinas, incluso en un número limitado, se adoptaron algunas medidas específicas para cumplir con las directrices de la autoridad sanitaria, pero en varios casos fueron necesarias autorizaciones de viaje y excepciones a las restricciones generales. Menos del 60 % de los SMHN que respondieron a la encuesta declararon que sus gobiernos les otorgaban la condición de prestador de servicios esenciales y que, por lo tanto, se beneficiaban de las mismas excepciones y apoyo práctico que otros prestadores de servicios esenciales.
Desde la perspectiva del usuario, en una situación sin precedentes como esta, las actividades de preparación y las medidas tempranas en respuesta a alertas de peligro no podían llevarse a cabo como de costumbre. Las evacuaciones, la protección de la población en refugios y la distribución anticipada de los recursos de respuesta debían cumplir con las pautas sanitarias y de mitigación de los efectos de la pandemia. Hubo que encontrar refugios adicionales para minimizar la contaminación en centros de acogida superpoblados, se hizo preciso adaptar las rutas de evacuación y fue imprescindible reevaluar el plazo necesario para evacuar de forma segura a las personas en riesgo. Aunque no estaba incluido en su mandato, los SMHN proporcionaron información y alertas que ayudaron a las organizaciones nacionales de gestión de desastres a adoptar decisiones sobre estos asuntos, como lo demuestra el siguiente caso de estudio.
Caso de estudio: el tifón Vongfong toca tierra en Filipinas
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Imagen del tifón Ambo intensificándose sobre Filipinas captada el 13 de mayo a las 15.40 UTC por el satélite Himawari 8.
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El tifón Vongfong (llamado Ambo en Filipinas) tocó tierra por primera vez el 14 de mayo en San Policarpo, en Sámar Oriental (Filipinas). El tifón de categoría 3 ocasionó vientos destructivos y lluvias intensas a medida que, en su avance hacia el noroeste, penetró tierra adentro en Luzón y Gran Manila, una zona muy castigada por la COVID-19. Buena parte del país estaba sometido a restricciones de movimiento y confinamientos, lo que dificultó las actividades de respuesta en casos de emergencia.
El 10 de mayo, cuatro días antes de que tocase tierra, la Administración de Servicios Atmosféricos, Geofísicos y Astronómicos (PAGASA) de Filipinas nombró Ambo a la depresión tropical que se había formado al este de Mindanao y proporcionó información temprana sobre esa amenaza inminente El nombre internacional, Vongfong, fue atribuido por el Centro Meteorológico Regional Especializado en Ciclones Tropicales de la OMM de Tokio cuando el sistema se convirtió en tormenta tropical. El Consejo Nacional de Gestión y Reducción de Riesgos de Desastre (NDRRMC) convocó una reunión para la evaluación de riesgos en previsión de desastre el 11 de mayo, tres días antes de que el tifón tocara tierra por primera vez. Se trabajó en coordinación con las compañías de telecomunicaciones para difundir mensajes de alerta de emergencia a las personas de las zonas afectadas a través de los teléfonos móviles y se activaron centros regionales de operaciones de emergencia. El Departamento de Bienestar Social y Desarrollo preparó fondos de reserva y almacenó paquetes familiares de alimentos, así como otros artículos alimentarios y no alimentarios, por valor de 23,4 millones de dólares estadounidenses (1180 millones de pesos filipinos).
El Departamento de Salud recomendó a las autoridades de los gobiernos locales que asignaran espacios más amplios en los centros de evacuación para garantizar suficiente distanciamiento físico: las familias que iban a ser evacuadas debían observar los estándares mínimos de salud, que incluían el uso de mascarillas, una higiene adecuada y un protocolo para toser. El citado Consejo Nacional también instó a las autoridades locales a que estudiaran la posibilidad de abrir centros de evacuación alternativos, ya que las escuelas no se podían utilizar porque muchas habían sido designadas instalaciones de cuarentena para pacientes con COVID-19. Además de su alerta inicial y sus contribuciones, la PAGASA siguió de cerca la evolución del tifón y proporcionó actualizaciones meteorológicas continuas durante todo el episodio.
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Trayectoria del tifón Ambo durante ocho días, del 10 al 18 de mayo de 2020.
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Los funcionarios locales remarcaron el doble desafío de mantener a sus residentes a salvo de la COVID-19 y del tifón, e indicaron la dificultad que suponía mantener el distanciamiento físico en los refugios provisionales. Varios gobiernos locales decretaron que los centros de evacuación solo se llenarían a la mitad de su capacidad habitual para prevenir la propagación de la enfermedad por coronavirus. La Iglesia católica ofreció sus iglesias y capillas como refugios adicionales y algunos centros comerciales hicieron lo mismo.
Así, se evacuó de forma preventiva a 46 812 familias (182 916 personas), casi un tercio del total de 140 147 familias (578 571 personas) que se vieron afectadas en el país.
Servicios esenciales
Los gobiernos, los servicios de emergencia y la atención pública se centran en la situación de la pandemia. Los meteorólogos e hidrólogos, por lo tanto, necesitan ser proactivos y anticiparse más allá de los acuerdos institucionales vigentes y las políticas nacionales para la emisión de alertas oficiales. Como se muestra en el caso de Filipinas, las notificaciones específicas y las sólidas relaciones con las partes interesadas nacionales marcan la diferencia a la hora de prepararse y adoptar medidas tempranas para mitigar los efectos de fenómenos peligrosos.
Más que nunca, existe una importante demanda de servicios de alerta y asesoramiento tempranos y viables. La emisión de mensajes claros sobre los posibles impactos, siempre teniendo en cuenta la incertidumbre de las predicciones, y la determinación de la cronología y la localización del fenómeno con la mayor exactitud posible permiten adoptar medidas tempranas específicas que salvan vidas y limitan los daños. La combinación de esos tipos de requisitos representa el desafío clásico al que se ha enfrentado la comunidad de la OMM durante décadas. Es el motor de nuestros continuos esfuerzos en materia de investigación, comprensión del sistema Tierra, vigilancia y predicción, e intercambio de avances científicos y tecnológicos entre todos los Miembros de la OMM en un espíritu de cooperación. En esta época de pandemia, el reto es aún mayor para la mayoría de los SMHN, pero deben permanecer vigilantes y esforzarse para prestar servicios esenciales en aras del bien común.